Rutas e historias de montaña mas o menos normales, y alguna cosa mas…

sábado, 7 de julio de 2012

EN MEMORIA DE UN AMIGO


LA FORCANADA

El pasado 29 de Junio se cumplieron 5 años de la muerte de Ton, un perrazo de 40Kg de raza simpática que fue durante quince años nos acompañó a mil y una montañas. En memoria de este amigo, publicamos el relato que escribimos en Agosto del 2007 (mes y medio después del deceso) tras un intento casi exitoso a la Forcanada, que finalizó en el mismo sitio (la cima sur) que otro de 13 años atras, en el que participó Ton. Es un escrito vivido, en el que los sentimientos priorizan sobre la descripción de la ruta de ascensión. Por este motivo no hay ficha de la ruta. Solo un mapa y algunas fotografías.

Aun no conocemos la cima de la Forcanada (no hemos vuelto a ir) y no la tenemos en la lista de "pendientes". Pero seguimos pensando en ella... Cualquier día volveremos para finalizar la ascensión. Y como siempre os lo contaremos…






Este relato empieza trece años atrás…

En Agosto de 1994 estaba de vacaciones en el valle de Benasque.  Me acompañaba Ton, un perrazo de 40 Kg de raza simpática, joven, fuerte, e inquieto, que tres años atrás se subió a mi coche un día que fui a trabajar a Cerdanyola del Vallés. El animal venía conmigo a casi todas las excursiones e iba sobrado en todos los terrenos, incluidos los de trepada, para la que estaba especialmente dotado. Tanto era así que a veces me preguntaba si no sería fruto del cruce de una perra loca y un sarrio.

Además de Ton, también estaban Norma y Santi, una pareja de amigos montañeros y sus dos hijos. El haber de cuidar de dos jovencísimos churumbeles hacía que raramente fueran juntos de excursión. Así que unas veces me tocaba ir con él y otras con ella. Años atrás habían intentado ascender la Forcanada, pero sólo Santi pudo hacerlo. Norma le tenía ganas al pico. Yo también… Así que decidimos intentarlo. La idea era ascender por el valle de la Escaleta y el Coll Alfred.  Evidentemente, Ton vendría con nosotros…

A diferencia de ahora, que me dan miedo hasta las escaleras de casa, entonces me movía con seguridad por terrenos de escalada de hasta III-IV grado. Así que el centenar de metros de trepada final de I-II grado no me inquietaba en absoluto. Estaba seguro de que podría arreglármelas para guiar a Norma y a Ton hasta la cima sin emplear cuerda. Menuda moral…

Llegamos a la Besurta al romper el alba (entonces no habían restricciones de paso a vehículos). Poco después empezamos a caminar con las primeras luces de un día que sería esplendido. La subida por Aigualluts y el valle de la Escaleta fue larga.  Ton se encargó de amenizar el ascenso con continuas persecuciones de ovejas, vacas, y sobre todo, marmotas, que eran sus “liebres” preferidas… Cada dos por tres habíamos correr detrás del chucho para evitar que cometiera algún desaguisado... Esto nos comportó un plus extra en tiempo y esfuerzo que después no pasaría factura. Nuestro ritmo cada vez era mas lento. Las caras mas largas. Pero nuestro amigo peludo se mantenía feliz y mas fresco que una rosa...

La subida al Coll Alfred se nos atragantó mas de la cuenta. Una vez en el mismo, cuando vimos  que para alcanzar la base de la Forcanada habíamos de bajar un buen trozo (algo que ya sabíamos) se nos cayó el alma a los pies. Por suerte este tramo no es tan largo y pesado como aparenta. Antes de lo esperado nos situamos al pie de la ultima subida. Nos separaban de las cimas (por que son dos) una pared bastante vertical de algo mas de cien metros de altura, que desde abajo no me pareció gran cosa. Norma estaba nerviosa. No veía nada claro que quisiera subir sin cuerda y mucho menos con el perro. Pero yo no estaba dispuesto a dejar a mi amigo y lo tenía muy claro. Subía con él o no lo hacía. Así que la pobre Norma no tuvo mas remedio que capitular…

Iniciamos la ascensión por el zócalo rocoso que lleva al collado donde finaliza el famoso corredor NO de la Forcanada. Yo iba delante. Llevaba a Ton sujeto con una cinta de tres metros unida a su collar con un mosquetón. Detrás subía Norma. Desde los primeros metros me di cuenta de que me enfrentaba a dos dificultadas que no estaban en el terreno. La primera era conseguir que Ton fuera por donde debía y sin tirar piedras (ninguno de los tres llevaba casco). La segunda era hacer que Norma superara el miedo escénico que le daban tanto la pared, como la forma en que afrontábamos su ascenso. Por suerte, Ton era un animal alocado, pero también obediente. Respecto a Norma, sus numerosísimas ascensiones en Alpes y en Pirineos, hacían que estuviera acostumbrada a las situaciones de alta tensión. Además, yo era (o por lo menos tenía la fama) un hombre seguro, cabal y poco arriesgado. Aunque aquel día nadie lo habría dicho…

La vía de ascenso remonta la pared por su izquierda, siguiendo una fisura poco marcada cerca del espolón S-SO.  En todo momento el terreno es bastante vertical, algo descompuesto y sobre todo expuesto. Hay mucho aire por debajo… Técnicamente no es difícil (I grado con algún pasito de I+), siempre y cuando no te compliques la vida… Algunos hitos y una huella de paso suficientemente evidente permiten seguir la vía sin grandes complicaciones. En resumen cien metros para disfrutar en condiciones normales. Pero yendo con un perrote de 40 Kg, que a cada dos por tres quiere salirse de la ruta, y al que no le gusta que tiren de él, y con una chica que sube sin asegurar, con miedo y protestando porque estas poco por ella , la cosa tiene otro cariz.

Enseguida me di cuenta de que el terreno es de los que no permiten un fallo. Nos estábamos jugando el tipo de manera mas tonta. Me maldecía por no haber cogido la cuerda que, para ahorrar peso, se quedó en la mochila que dejamos escondida en el collado Alfred. Con ella todo habría sido mas sencillo y seguro. Pero de nada servía lamentarse. Era cuestión de tirar para arriba o darse la vuelta, algo que de momento no entraba en nuestros planes. Así que, poco a poco y con todo el cuidado que las circunstancias permitían, fuimos avanzando en nuestra atípica y adrenalínica trepada hasta alcanzar la cumbre sur de la Forcanada (2872 m).

Habíamos hecho lo mas difícil. Lo que nos quedaba era fácil y rápido. Habíamos de bajar por una corta pendiente de rocas y tierra hasta el collado que separa las dos cimas. Después flanquear fácilmente hasta una canal pedregosa que, sin gran dificultad, lleva a la cumbre principal (norte), 9 metros mas alta que la norte (2881 m). Pero la subida nos había vaciado física y moralmente. Hasta aquí todo había salido bien, y no queríamos seguir tentando la suerte. Así que renunciamos a la cima principal y nos entregamos a un largo y merecido descanso, contemplando el inmenso paisaje que nos rodeaba. Ton se tumbó junto al pequeño hito de la cumbre y solo se movió para beber agua y hacerse una fotografía conmigo. Un grupo de buitres sobrevolaba la cima tan cerca nuestro que notábamos el desplazamiento de aire. Sin duda se interesaban por nuestro amigo peludo, y tal vez también por nosotros…  


En contra de lo esperado, el descenso fue mas rápido y sencillo que la subida. El saber lo que nos íbamos a encontrar y el poder controlar mas fácilmente los movimientos del perro yendo de bajada, tuvieron mucho que ver. Con todo, los nervios se volvieron a poner a tope. Al llegar al pie de la red la adrenalina nos salía por las orejas…

La subida hasta el Coll Alfred y la larga bajada por el valle de la Escaleta pusieron la guinda a un excursión memorable, alocada y absolutamente original.  A media tarde llegamos al coche hechos polvo, pero rezumando felicidad. Dudábamos mucho que nunca antes un perro hubiese subido a la Forcanada, por lo que posiblemente había sido una “primera ascensión canina”. La experiencia nos había demostrado que se había de estar un poco loco para intentarlo. Pero ahora que todo ya había pasado era algo que nos llenaba de orgullo. La Forcanada fue el pico mas difícil que Ton realizó durante sus diecisiete años de vida. Y subió unos cuantos…

Jueves 9 de Agosto del 2007. Han pasado trece años desde mi anterior visita a La Forcanada. Muchas cosas han cambiado. Una de ellas es que Ton ya no está… Nuestro amigo fue un compañero fiel hasta el final. Su marcha ha dejado un vacío en nuestras vidas que hoy, un mes y medio después de su desaparición, aun no hemos superado. Por todas partes vemos cosas que nos lo recuerdan.Las montañas no son una excepción. Por este motivo, después de pasar unos días de vacaciones en Laspaules subiendo montes casi sin interrupción, queremos ascender La Forcanada por el valle del río Nere (Val d´Arán). Pensamos que será una manera bonita y entrañable de honrar la memoria de Ton.

Llegamos al final de la pista del valle del río Nere (Pleta d´Horno, 1490 m) a las 15.00 h. Tenemos las mochilas preparadas. Sólo hemos de ponernos las botas. A las 15.07 h empezamos a caminar. Desde los primeros metros nos damos cuenta de que la carga que llevamos es excesiva. Lo mas seguro es que la subida hasta el lago de Toro (donde queremos pasar la noche) será un pequeño suplicio. Pero estamos acostumbrados a este tipo de penitencias…

La teoría dice que se las mochilas pesadas se deben llevar bien sujetas a la cintura, dejando los hombros casi sin peso, y sobre todo, caminar muy despacio y apoyándose en los bastones. De esta manera se llega a una situación de esfuerzo físico controlado, que permite aguantar horas de marcha sin agotarse en exceso. Pero en la practica lo que ocurre es algo diferente… Se empieza mas o menos bien. Pero al cabo de un rato (no mucho) el peso empieza a machacar. Uno tiene la impresión de no poder aguantar y piensa en darse la vuelta. Surgen las preguntas de por que se lleva tal o cual cosa. También las promesas de no hacerlo nunca mas. Pero el ser humano esta lleno de recursos... Te acostumbras a ir despacio y jodido.Procuras olvidarte del peso, de la espalda, de la puñetera mochila. Y sorprendentemente, se llega a asimilar, aceptar, e incluso disfrutar, de una situación absolutamente masoquista… Esto es lo que nos ocurre hoy, mientras recorremos a paso de tortuga la senda que remonta la pedrera de bloques de gneis, zarzas y ortigas, que ocupa el fondo del valle.

Es la primera vez que nos adentramos en el valle del río Nere. Nos habían hablado muy bien de él, pero no nos parece nada excepcional. El camino, bastante pesado y con pocos alicientes, sube por interminables laderas de pedreras y hierba buscando los mejores pasos. Uno tras otro superamos los escalones del terreno, esperando encontrar un lago de Toro que nunca acaba de llegar. Paciencia y mas paciencia… Finalmente entramos en una zona mas o menos llana y alcanzamos la orilla del lago, que es  mas pequeño de lo que pensábamos. Buscando un lugar donde acampar lo rodeamos por la izquierda hasta dar con un emplazamiento mas o menos adecuado (17.09 h, 2070 m). En dos horas hemos superado 580 metros de desnivel cargados como burros…

Conforme subíamos el día se ha ido poniendo feo. Primero las nubes ocuparon el cielo. Después la niebla cerró el paisaje impidiéndonos ver que La Forcanada y las otras montañas que nos rodean. La luz decrece. El ambiente se hace frío y gris. No hay nadie mas y nos embarga una sensación de lejanía y soledad, que resulta extraña e inquietante. Tras un buen rato de descanso y relajación de espalda, montamos la tienda y disponemos los trastos las cosas en su interior. Finalizadas las tareas “domésticas” vamos a dar una vuelta valle arriba. Baja la niebla y nos quedamos con las ganas de ver alguna cosa. Pero el paseo nos distrae y permite conocer la parte inicial de la ruta que haremos mañana, si el tiempo lo permite…

De vuelta a la tienda preparamos la cena. Después nos metemos en el saco y leemos algo. Un viento frío e intermitente zarandea la tienda de cuando en cuando. Poco a poco el día se extingue y el sueño nos apremia. Aun hay algo de luz cuando definitivamente cerramos los ojos con la duda de si mañana podremos subir o habremos de darnos la vuelta…

Viernes 10 de Agosto del 2007. Tras dormir durante toda la noche de un tirón (algo que en mí es muy inusual) me despierto poco después de las seis de la mañana. Una fuerte presión de vejiga me obliga a salir apresuradamente de la tienda. Hace muchísimo frío. El día empieza a clarear y el cielo esta totalmente limpio de nubes. La mole de La Forcanada aparece al fondo del valle como un enorme perfil gris oscuro iluminado por una luz ténue y lechosa. La rasca mañanera me obliga a volver a la tienda y al saco tan rápidamente como he salido. Intento volver a dormir, pero no lo consigo. Una hora larga mas tarde suena la alarma del móvil. Se acabó el recreo… Vestirnos, desayunar, preparar las mochilas… A las 8.00 h empezamos a caminar…

La ruta es bastante evidente. Se ha de seguir el fondo del valle, que trazando una gran curva rodea la falda de La Forcanada por su izquierda (cara O-SO). Hitos y rastros de senda nos evitan el esfuerzo de pensar por donde ir. La subida es constante pero progresiva. Se hace bastante bien.

Tras superar dos grandes escalones de piedra y hierba (entre los que hay un hay un pequeño lago que rodeamos por la derecha) el valle se estrecha y encajona. El fondo del mismo esta ocupado por nevero duro como una piedra, que esquivamos por donde podemos. Poco después abandonamos el fondo de la canal para subir por las laderas pedregosas e inestables de la derecha. Mas arriba dejamos, a nuestra izquierda y unos metros por debajo,  un par de pequeños lagos rodeados de pedrera. Entonces ascendemos recto al norte por una ladera empinada. Con un flanqueo a la izquierda algo tonto (aéreo y delicado por haber mucha piedra suelta) cruzamos una canal y accedemos a una pendiente pedregosa. Subimos en diagonal por la misma  hasta situarnos bajo la banda rocosa que defiende el acceso al collado-brecha oeste de La Forcanada (10.35 h, 2755 m). El lugar me resulta conocido. Aquí se juntan las rutas del Valle del Nere y del Coll Alfred, por donde hace trece años vine con Norma y Ton.

Hasta aquí la ascensión ha transcurrido tranquila y en absoluta soledad. Continuará igual… Pero a partir de ahora los recuerdos empezarán a formar parte del paisaje. Sin proponérmelo me viene a la memoria situaciones pasadas en este mismo lugar… La discusión sobre si subir o no subir y por donde y como hacerlo. Norma que me pide que deje a Ton atado a una roca que ahora veo a pocos metros de distancia. Mi férrea negativa. El gesto resignado de ella. Las palabras que le dije a Ton antes de iniciar la ascensión, intentando hacerle entender la importancia de ir siempre a mi lado y sin tirar. La búsqueda del mejor lugar para superar la banda rocosa que nos separa del collado. Los pasos dudosos sobre la pequeña pared casi vertical y descompuesta de acceso al collado pendiente de Norma y del amigo peludo…

Todo se repite. Tanto que vuelvo a caer en el mismo error de la ascensión anterior pero por distinto motivo. Si antaño pude subir y bajar sin cuerda con un perro de 40 Kg y una mujer medio acojonada, hoy también debería poderlo hacer. Así que opto por la ligereza y dejo las mochilas con la cuerda y los trastos de escalada. Eso sí, no olvidamos el casco. Tampoco La Garrapata Rosa, uno de los muñecos preferidos de Ton…

Tras un breve alto para comer y beber, iniciamos el ascenso a la cima (10.50 h). Enseguida alcanzamos el collado o brecha oeste de La Forcanada. Aquí finaliza el famoso corredor NO, una larga ascensión de nieve de moderada dificultad que algún día nos gustaría hacer. Sin detenernos iniciamos el ascenso de la pared blanquecina situada a la derecha del espolón S-SO. Sencilla pero espectacular, mas bien descompuesta, con tramos de tierrecilla, bastante tiesa, y sobre todo, muy aérea… Los cerca de cien metros de trepada tienen su encanto… Subo despacio, con Encarna enganchada a mis talones. Mi mujer se siente cohibida e impresionada por el ambientazo que nos rodea. Yo también… Me pregunta (y me pregunto) como tuve narices de hacer esta trepada tirando de un perrazo como Ton. No me extraña que Norma estuviera acojonada. Sin duda las ganas de hacer la cima le hicieron comerse todos lo miedos y seguir adelante a pesar de que no lo veía nada claro… 

Cuando a las 11.25 h alcanzamos la cima  sur de La Forcanada (2872 m) experimento una sensación tan extraña como difícil de explicar. De repente el recuerdo de Ton se hace muy fuerte. Sin querer me veo arrastrado a una crisis emocional. Noto un nudo en la garganta y se me inundan los ojos de lágrimas. Girado para que no me vea Encarna, en silencio, lloro la muerte de aquel que durante tantos años me acompaño en la vida y en la montaña. Me siento desolado, fatal… Encarna se da cuenta de mi situación. No es la primera vez que me ocurre y sabe que lo mejor es esperar que pase la crisis. Poco a poco controlo las emociones y recobro una normalidad aparente. Pero estoy muy tocado. Me siento vacío. No encuentro motivos ni ánimos para finalizar una ascensión que prácticamente esta hecha. Tanto es así que, unilateralmente, sin comentarlo, decido no pasar de aquí. Al igual que en el 2004, hoy tampoco alcanzaré la cima principal de La Forcanada. Es una decisión estúpida y carente de sentido, que Encarna la acepta sin discusión. Ya volveremos otro día..

Permanecemos media hora larga tumbados sobre las rocas de la cima sur. El día es espléndido, la temperatura agradable, no hace viento… Pero el ambiente es muy triste. Apenas hago fotografías. Casi no hablo, me aíslo en mis pensamientos… Ni tan solo las estupendas vistas consiguen sacarme del pozo depresivo en que he caído.

A las 12.00 h nos vamos para abajo. Destrepamos con cuidado, sin prisas. Veinte minutos mas tarde estamos junto las mochilas. Un nuevo alto para comer e hidratarnos. Proseguimos la bajada (12.35 h). Volvemos tranquilamente y en silencio por nuestra ruta de subida. Salvo un reducido grupo de sarrios, y unos cuantos buitres que vuelan en círculo sobre nosotros, no encontramos a nadie. A diferencia de esta mañana (cuando hacía un frío terrible) el sol, el terreno rocoso y la ausencia de viento hacen que la sensación de calor sea intensa. Tardamos dos horas en llegar a la tienda. Una vez allí nos tumbamos sobre la hierba. Durante un buen rato descansamos y hasta hacemos una cabezadita. Después comemos algo, desmontar el campamento y preparamos las mochilas. Como suele ocurrir, y a pesar de que llevamos menos cosas, ahora no conseguimos que quepan los trastos en los petates. Habremos de llevar alguna cosa por fuera. Misterios del excursionismo…

Los ánimos están mucho mejor. Podemos mantener una conversación que vaya mas allá de los monosílabos. Comentamos tranquilamente la ascensión y la decisión de no alcanzar la cima principal. Ciertamente La Forcanada no es una cima para hacer cualquier día. Renunciar a alcanzar la cumbre cuando las condiciones de clima y de horario son buenas, se han dejado atrás las dificultades principales, y se esta a 5-10 minutos del final,  es una decisión un tanto ilógica y difícil de explicar. Por eso no intentamos justificarla. En el desarrollo de una ascensión el factor mental es tan o mas importante que el físico y el técnico. Hoy me ha fallado el coco. No es habitual, pero cuando me ocurre no hay nada que hacer…Evidentemente recurro al tópico siempre efectivo de que ahora tenemos un buen motivo para volver, algo que siempre he considerado un buen recurso para suavizar los fracasos…

El cielo vuelve a poblarse de nubes cuando nos cargamos los mochilones e iniciamos el descenso (16.00 h). La bajada es igual de pesada que lo fue la subida (tal vez hasta un poco mas) pero mas corta. A las 17.20 h llegamos al coche. Una hora mas tarde ya estamos en Laspaules prestos a darnos una buena ducha...

De esta manera finaliza nuestra historia en La Forcanada. Una historia poco gloriosa. que no finalizará hasta que alcancemos la cima principal. Dejaremos pasar el tiempo para que las heridas emocionales se cicatricen y tengamos garantías de poder afrontar esta ascensión sin riesgos de derrumbes morales. Si al iniciar este relato decía que el inicio del mismo había que situarlo trece años atrás, el final deberá escribirse no se cuantos mas adelante. No hay prisa…

Nuestro ego y humanidad nos hizo justificar la ascensión a La Forcanada como un homenaje a la memoria de nuestro amigo recientemente desaparecido. Ahora podríamos decir aquel tópico de que a él le hubiera gustado que hubiéramos alcanzado la cima. Pero no nos engañemos. Le habría dejado absolutamente indiferente… Ton era un perro y como tal seguía a su amo allí donde le llevara. Tanto le era correr por el campo, o por las pedreras, persiguiendo marmotas, que ascender un tresmil. Aunque pensándolo bien esto tampoco es cierto. Como ser inteligente disfrutaba mucho mas persiguiendo marmotas. Que eso de complicarse la vida subiendo montañas es cosa de humanos…

La ruta del 2007 en imágenes 
(Recomendamos ver como como presentación -mas calidad- . Para ello pulsar en la foto y después el botón "pantalla completa")  



EniEn - Julio 2012

No hay comentarios:

Publicar un comentario