Rutas e historias de montaña mas o menos normales, y alguna cosa mas…

miércoles, 12 de enero de 2011

MIERDA...


Cada vez que paso por el valle de Estós y veo la Aguja de la Gargallosa, me viene a la memoria una aventura curiosa y a la vez desagradable, que viví en ella en mis años mozos. Advierto que es una historia fea y escatológica, donde la mierda con mayúsculas es la gran protagonista. Aunque vista desde fuera resulta hasta divertida...

La mole chata y desgarbada del Perdiguero es la estrella de la primera parte del valle de Estós. En medio de esta enorme masa mineral, destaca la línea aguda y desafiante de la cresta de la Gargallosa. Desde las inmediaciones de la cima, esta arista se desprende al sur (valle de Estos) dividiendo la amplia cara de la montaña en dos grandes vertientes. Conforme baja, la cresta se inclina y agudiza hasta el collado de la Gargallosa (situado a 2/3 partes de su altura). Mas abajo, se transforma en una compleja arista vertical formada por un desfile de torres, conocidas como Fitas de la Gargallosa. La última de las mismas es la Aguja de la Gargallosa, una airosa punta rocosa separada del resto por una estrecha y profunda brecha, que domina el llano de Turmo. Su ubicación en el centro del valle y su aspecto vertical, desafiante, y a la vez cercano, han hecho que no pase desapercibida a los escaladores. Nosotros no fuimos ninguna excepción...
El Perdiguero (detrás) y las Fitas de la Gargallosa. La primera torre es la Aguja de la Gargallosa. En la canal que hay a su derecha ocurrieron los hechos...
Era bien entrado el otoño de hace unos 35 años, tal vez mas... Tras dormir en la cabaña de Turmo nos levantamos antes del amanecer. La ascensión del Perdiguero por la integral de la Gargallosa sería larga y difícil. No queríamos ir justos de tiempo. Guiados por la luz de dos linternas de petaca remontamos la ladera situada al otro lado (N) del pequeño refugio, que empinada y cubierta, primero de hayas y después de prados y pequeñas pedreras, finaliza bajo los muros de la vertiente oriental de las Fitas de la Gargallosa. El instinto y la suerte quisieron que nos orientáramos correctamente. A pesar de la oscuridad, fuimos directos al inicio de la canal que baja desde la brecha entre la Aguja y la cresta.

Cuando llegamos el día empezaba a clarear y las estrellas se difuminaban en un cielo limpio de nubes. Nos sacamos las pesadas mochilas e iniciamos el ritual de ponernos algo parecido a un arnés, el casco, preparar las cuerdas y el material de escalada. Pronto estuvimos listos y deseosos de iniciar el ascenso de la canal vertical, que en cuatro largos de escalada de dificultad media (max IV+) debería de dejarnos en la brecha. Después vendría el larguísimo recorrido de la cresta de las Fitas, que según decían, era mas fácil. Habíamos acordado que hasta la brecha sería Anselm (el que estaba mas en forma de los tres) quien subiera de primero. Mas arriba ya nos repartiríamos las tiradas.

Los dos primeros largos eran fáciles y los superamos rápidamente y sin incidentes. En el tercero la cosa se puso mas seria. La canal se transformaba en un diedro vertical, cortado por algunas repisas y un pequeño techo que se había de esquivar por la derecha. Había donde agarrarse, pero la roca estaba húmeda y resbaladiza. Haciendo caso omiso de nuestras protestas, desde que salimos de la cabaña Anselm no paraba de tirarse pedos sonoros y apestosos. Sin duda la cena de anoche (una ensalada de tomate en conserva con cebolla, olivas, sardinas en escabeche, anchoas y alguna delicatessen mas) no le había sentado demasiado bien. Reunidos al pie de la cuarta tirada le urgimos, medio en serio medio en broma, a que fuera rápidamente para arriba, antes de que el fétido olor que saturaba el ambiente nos hiciera perder el sentido. Y así lo hizo...

Nuestro amigo escalaba rápido y bien. Pronto desapareció tras la primera repisa de la canal. No le veíamos, pero oíamos sus pedos. Cuando llevaba recorridos unos veinte metros, la cuerda se detuvo mas de lo habitual. Extrañados preguntamos que ocurría. Desde arriba, una voz ronca y gutural nos respondió que estaba en un mal paso, que el último seguro lo tenía unos seis metros por debajo y que se estaba cagando... ¡Menudo marrón! , pensamos. No sabíamos lo acertada que era esa expresión...

Controlando los continuos retortijones y apretando fuertemente el culo,nuestro amigo metió como pudo un clavija para asegurar el paso del techo y se lanzo hacia arriba a toda máquina. Enseguida dejó atrás ese tramo comprometido y alcanzo una pequeña repisa. A toda prisa colocó dos cintas y se ató a las mismas. Después, en un último y sublime esfuerzo de contención de esfínter,se bajo los pantalones. Justo cuando el culo quedaba libre no pudo mas, y con una violenta convulsión los intestinos dejaron escapar su carga...

Ajenos al drama que se desarrollaba veinticinco metros mas arriba, esperábamos pacientemente a que Anselm solucionara su problema sin darle mas importancia al asunto. Nos sonreímos al escuchar el sonido característico de las explosión de gases y heces descompuestas. ¡Menuda cagalera!, comentamos entre risas. Dejamos de hacerlo cuando, unos instantes mas tarde, nos llegó un hedor fétido y penetrante procedente de las alturas. Primero nos tapamos las narices. Al ver que pasaba el tiempo y la peste no abandonaba el lugar, decidimos resignarnos y aguantar el tipo. Por lo menos Anselm se había aliviado y podríamos continuar sin mas incidentes. Nos equivocábamos...

Por fin nuestro amigo dio se señales de vida. Su voz sonaba descansada y preocupada a la vez. Nos dijo que había quedado aliviado, pero que había dejado la repisa hecha un asco.. Le dijimos que no se preocupara, que ya nos arreglaríamos. Después le preguntamos si estaba bien asegurado. Anselm contestó que la repisa era demasiado pequeña para los tres y estaba muy sucia, por lo que subiría un poco mas y montaría la reunión mas arriba...

Pasaron un par de minutos antes de que la cuerda volviese a correr durante un rato. Después vino una nueva parada seguida de un ” Ya he montado la reunión. Subir y que no os pase nada...". Para nuestra desgracia subimos...

Conforme ganaba metros por la canal el olor se hacia mas intenso y penetrante. Tras superar dos resaltes verticales llegue al clavo colocado bajo el paso del techo. Liberé mi cuerda del mosquetón y pasé la de Paco, que subía unos metros detrás de mí. El techo se esquivaba por la pared de la derecha. Era un tramo muy tieso, con presas pequeñas y espaciadas. De primero dudo que hubiese sido capaz de superarlo, pero con una cuerda por delante la cosa era muy distinta. Sin duda Anselm era un escalador como la copa de un pino... 

Poco a poco me elevé por la pared hasta que mi cabeza alcanzó el nivel de la repisa. Entonces vi el panorama... Había pequeñas y grandes porciones de mierda escampadas por todas partes. En la cuerda, en la repisa, en las paredes... El olor era nauseabundo. Necesitaba taparme la nariz, pero no podía dejarme ir de los asideros. Solo acerté a decir una frase “¡Hostia puta, vaya mierda...!”

Pero aquí no acababa la cosa. Los rastros de heces seguían pared arriba, tiñendo cada una de las presas de mano y de pie donde necesariamente había de cogerme. Unos metros por encima, cómodamente instalado en una repisa, Anselm, avergonzado, no cesaba de disculparse. Yo intenté aguantar el tipo y le dije que tranquilo, que no pasaba nada. Pero sí pasaba. Y mucho...

Me elevé por la pared todo lo que pude, intentando evitar tener que pasar por la repisa cagada. Pero mi nivel de escalada no me permitía seguir ese camino. Tras muchos intentos, cuando ya me entraba el tembleque en las piernas y empezaba a notar la tensión de los tendones de las manos que preceden al calambre, desistí de mis intentos y entré en la repisa. Me dio la impresión de pisar una de esas placas turcas de los bares que siempre están llenas de porquería, y sentí una profunda sensación de asco. No era ningún “triquismiqui”, pero aquella situación me superaba. Tenía que salir de allí rápidamente. Con voz transpuesta le pedí a Anselm que mantuviera la cuerda bien tensa y subí a toda leche por la pared, cogiéndome como y donde podía. Notaba que los dedos y las manos se ensuciaban, pero intentaba ignorar la sensación... 

En pocos instantes llegué a la reunión. Inmediatamente me despojé de la mochila para sacar un paquete de pañuelos. Entonces caí en la cuenta de que con esta maniobra me había pringado la camisa, los pantalones y la propia mochila. Sentí que me mareaba, que me venían arcadas. No pude controlarme, y casi sin darme tiempo a reaccionar empecé a potar. El panorama era dantesco... La pared estaba hecha una pena, y de Anselm y yo mejor no hablar...

Al llegar a la altura de la repisa enmierdada, y ver el panorama que había por arriba, Paco lo tuvo muy claro y nos dijo que pasaba de subir. Una decisión sabia... Al momento yo me uní a su propuesta y dije que también me bajaba. Anselm se sentía culpable y no se atrevió a contradecirnos. Así que descolgamos a Paco hasta la reunión de abajo. Después me tocó el turno a mi, que también bajé destrepando, pues, ¡a ver quien era el majo que hacía un rapel con aquella cuerda....! Por último bajo Anselm empleando la técnica de polea. Repetimos la operación con las otras dos tiradas. Antes de las 9.00 h de la mañana volvíamos a estarnos encontrábamos al pie de la canal...

Doblamos la cuerda de cualquier manera y, sin guardar el material, bajamos corriendo ladera abajo hasta el río Estós. Allí, bajo la luz del sol, lavamos varias veces nuestros cuerpos, ropa, cuerda y material, hasta que nos pareció que no quedaba rastro de mierda. Después nos tumbamos en un prado a descansar y comentar nuestra desgracia. Nadie lamentó haber abandonado la vía. Eso sí, prometimos volverlo a intentar mas adelante...

Pasó el tiempo. No volvimos a coincidir los tres protagonistas de aquella escabrosa y apestosa historia. La promesa de volver a la cresta de la Gargallosa quedó sin cumplir... Desde entonces, cada vez que yendo por Estos veo la Aguja de la Gargallosa recuerdo aquel día con cariño y no puedo evitar una sonrisa. Fue una experiencia desagradable pero muy vital, y según como se mire,un poco divertida...Como la vida misma..

EniEn - Enero 2011

6 comentarios:

  1. Em sembla que mai havia sentit res de semblant X-DDDD

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  2. No? Doncs t'aseguro es que es absolutament cert. I es mes, podría explicar algunes altres experiencies similars...
    Enric

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  3. No m'estranya que no tornessiu a escalar junts... Pobre Anselm si troba el relat.

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  4. Cuando el otro día en Estós,comentaste el tema, de verdad que no me esperaba esta historia.
    Bueno pues como tu bien dices tiene su parte divertida y por que no decirlo, su componente de aventura.
    ¡¡¡esto de escalar es un deporte de riesgo, no cabe duda!!!!!
    Salut. Roberto

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  5. Muy buena la historia. Con amigos como ese Anselmo son innecesarios los enemigos. Por cierto, ¿de quién era la cuerda?

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  6. Mía no, seguro que lo recordaría... Pero después de meterla un buen rato en el río no quedo tan mal...
    Aprovecho para felicitarte por la actividad y la crónica de tu última salida a Montserrat. Me ha gustado mucho. Conocemos la Canal del Cavall, pero no el resto de la ruta. A ver si vamos a hacerla...
    Un abrazo
    Enric

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