Rutas e historias de montaña mas o menos normales, y alguna cosa mas…

miércoles, 15 de diciembre de 2010

EL PUNTO MUERTO

        A lo largo de la vida siempre pasamos una o varias situaciones en las que estamos en "punto muerto". En mi caso fue hace cinco años, cuando a consecuencia de una caída tan tonta como inocente, me lesione gravemente la columna y tuve que pasar por el quirófano.   Este es el escrito que hice entonces sobre aquella desagradable experiencia...

DOS MESES SIN MONTAÑA (2004.11.14 al 2005.01.14)

         Miércoles 15 de Diciembre.Los fluorescentes del pasillo pasan velozmente ante mis ojos dándome sensación de vértigo. El celador, experto en el arte de conducir camillas por los corredores del hospital, me traslada en un momento de la habitación al ascensor. Bajamos cuatro pisos hasta la planta baja. Nuevos quiebros por estancias iluminadas y me aparcan delante del quirófano de Neuroangiografía. Unos minutos mas tarde se abren las puertas y aparece una figura femenina vestida de verde y morado. La enfermera me pregunta como me siento. “Nervioso” le contesto... Me coge una mano y con voz de falsete me dice, “No se preocupe, nosotros estamos aquí para cuidarle y para que no sufra lo mas mínimo”. Lejos de tranquilizarme, mi acojono aumenta... Unos minutos mas tarde la misma persona me viene a buscar. Tirando lentamente de la camilla me introduce en la sala de los sacrificios...

         La estancia no es muy amplia y me sorprende que la iluminación sea muy tenue... Recuerda mas una sala de control de imagen que un quirófano... A un lado, una gran ventana acristalada descubre una habitación anexa, también casi a oscuras, llena de ordenadores y pantallas. En su interior, y acompañada de otro médico, se encuentra la doctora que me operará... Al verme a través del cristal me saluda con la mano esbozando una amplia sonrisa... Demasiadas sonrisas estoy viendo... En un extremo del quirófano, ocupando una tercera parte del recinto, está la mesa de operaciones... Y digo mesa por decir algo, pues mas parece un equipo de RMN que un lugar donde se abren las carnes. Estrecha y alargada, su superficie está acolchada y forrada con tela de color claro. Salvando las distancias recuerda una tabla de planchar. Unos ochenta centímetros mas arriba, una estructura en puente soporta un cuerpo cilíndrico de gran tamaño. A un lado hay un panel de considerables dimensiones, con varios monitores de gran tamaño. Entonces me imagino como funciona la cosa....

         Los monitores sirven para visualizar el interior del cuerpo del paciente, posiblemente con rayos X de baja intensidad. Permiten que el cirujano sepa como y donde está actuando. El cilindro debe ser la fuente de radiación. Deben de haber varias, a fin de poder tener una visión en diferentes direcciones de la zona afectada por la intervención quirúrgica. Porque eso es lo que van a hacerle a mi pobre espalda... Finalmente no ha habido otra solución para la hernia discal que arrastro hace unos meses, y que desde hace tres semanas me tortura de forma implacable. El tratamiento es novedoso y tiene un nombre largo, "Triterapia Lumbar Percutánea". Ahí es na...

La doctora me explicó que la operación consta de tres fases. Primero introducen en la espalda una aguja de unos 2-3 mm de diámetro con la que acceden, sin cortes, roturas y prácticamente sin sangre, hasta el espacio existente entre el hueso sacro (S1) y la primera vértebra lumbar (L5). Esta zona está ocupada por el disco intervertebral, formado por un material gelatinoso encerrado en una especie de “bolsa”, que actúa como amortiguador. Por efecto de una sobrepresión de las vértebras el disco se ha despanzurrado fuera del espacio intervertebral, causando la hernia discal. Está presiona el nervio ciático y me ocasiona fuertes dolores.

Una vez la aguja ha penetrado en el disco herniado se procede a la primera fase de la intervención denominada nucleolisis. En la misma introducen una pequeña cantidad de sustancia alcoholizada (aprox 0.9 ml) que disuelve el material gelatinoso del disco. Después viene la segunda fase (nucleotomía) en la que a través de la aguja aspiran este material disuelto. Esto hace que el disco se contraiga y recupere su situación inicial entre las vértebras, dejando de estar despanzurrado. Por último rellenan el disco con un material protésico que sustituye al extraido (3ª fase, infiltración intraarticular). Todas estas operaciones las realiza el cirujano guiado por las imágenes de rayos X visualizadas en los monitores del panel... Una  pasada tecnológica...

         Acercan la camilla hasta la mesa de operaciones. Entonces se presenta el anestesista y una segunda enfermera que también participará en la operación... De nuevo sonrisas y frases tranquilizadoras que suenan como abrazo de Judas... Pregunto por el tipo de anestesia... Primero me pondrán una vía a través de la cual me administrarán un tranquilizante. Después anestesia local convencional con una inyección en la espalda... Nada de Epidural  (algo que me tenía bastante preocupado).Respiro aliviado.Tras una corta espera durante la cual el anestesista no para de bromear con la enfermera, me anuncian que van a iniciar la parte mas molesta y complicada de la intervención, que es situarme correctamente sobre la mes. Hoy voy de sorpresa en sorpresa...

Me colocan apoyado sobre el costado derecho, con la barriga apretada sobre un soporte acolchado, las piernas recogidas como en postura fetal y las manos cogidas a un asa que hay por debajo de la mesa y a la altura de la cabeza. Me mueven una y otra vez, buscando que mi posición sea la correcta a fin de que el sistema enfoque correctamente la zona lumbar. Después de largos minutos de forcejeos se dan por satisfechos y me sujetan el cuerpo con cintas. De nuevo encuentro semejanzas y pienso en un bulto atado a la baca del coche... Estoy intranquilo, la postura es incomodísima y tengo la cabeza mal apoyada. Me quejo, y al momento me colocan un grueso de ropa a modo de cojín bajo el coco. Ahora me siento mejor... El toro está preparado. Que empiece la fiesta...

La enfermera me coge la mano izquierda y dice “Ahora voy a colocarte la vía. Tranquilo, sólo será un pequeño pinchazo...” Cierro los ojos y respiro hondo... He de relajarme... Noto que buscan la vena en el dorso de la mano. Un dolor agudo y muy localizado... Después otro, y otro... Algo pasa... La vena parece no estar conforme y cuando intentan perforarla con la aguja se desplaza... Finalmente, después de varios pinchazos lo consiguen... Conectan el gotero y con él el tranquilizante. “A partir de ahora todo ira mejor.”, me dicen. Espero que sea así...

Poco a poco me invade una sensación de bienestar. Intento dormirme pero no lo consigo. “Te sentirás bien, como bebido, el mundo te importará poco...”  dice el anestesista... “Ni de coña tío, que estoy bien consciente y preocupado” pienso yo... Pero al intentar hablar las palabras salen lentas y algo pastosas. El tranquilizante hace de las suyas... ¡Menos mal! Me anuncian que me inyectan la anestesia, pero la verdad es que no me entero ¡Mucho mejor...!

No pasa mucho rato antes de oír nuevas voces. Es la doctora que se acerca en compañía de otro médico que también participará en la faena. Hablan en francés. Eso me contraría, pues no podré enterarme de lo que pasa. Aunque tal vez sea mejor así. La doctora me coge la mano derecha y me dice “Vamos a empezar, relájate que todo va ir muy bien.” “Así lo espero.” le contesto, y pienso, “Que por lo que me cuesta esta operación mas vale que así sea...” No puedo evitarlo, ya salió el talante catalán...

Los dos médicos se sitúan detrás de mí y empiezan a manipular en la zona lumbar. Noto que me aprietan, incluso que golpean la espalda.No siento ningún dolor. Vuelvo a cerrar los ojos. Respiro lenta y profundamente e intento relajarme... Mejor pensar en algo e intentar olvidarme de donde estoy. Casi sin proponérmelo, inicio un ejercicio de memoria y reflexiono sobre las causas y hechos que me han traído a esta situación....

Estoy seguro que fue en el verano pasado, concretamente el viernes 13 de agosto... Serían las 13.40 h cuando, tras haber destrepado el Pas de l´Os, Encarna, Santiago y un servidor, iniciábamos el descenso de la inclinada canal del Barranco de Comalesbienes. Detrás quedaba una preciosa y dura excursión que nos había llevado hasta la cima de la Pala Alta  de Sarradé . Tras mas de ocho horas de subir, bajar, trepar y saltar, el cuerpo notaba el esfuerzo. Aún nos quedaba un descenso de cerca de cuatrocientos metros de desnivel, pero lo mas duro ya estaba superado. Salvo imprevistos, en algo mas de media hora llegaríamos al coche aparcado bajo la enorme esclusa de la presa de Cavallers. La parte superior de la canal era muy derecha y el piso de tierra endurecida esta cubierto de una fina capa de arena. Un lugar ideal para resbalar... Y así ocurrió...

Todo fue muy rápido. En un momento dado, mis pies se deslizaron, perdiendo el contacto con el suelo. Después vino el aterrizaje, pesado, brutal, sobre la rabadilla... Al momento sentí un dolor intenso, de aquellos que nublan la vista e impiden respirar. Pensé que me había roto algo. Pero tras ponerme en pie comprobé que podía moverme, flexionarme y contorsionarme sin problemas. Además el dolor se atenuaba rápidamente hasta quedar en una leve molestia. “Un culetazo de tantos...”, pensé, y continué bajando como si nada hubiera pasado...

Al otro día, al levantarme, sentí una pequeña molestia en la parte trasera del muslo, clásica de los ataques de ciática... “Tal vez la caída fue mas jodida de lo que pensabas” , me dije a  mi mismo... Me encogí de hombros y no le di mas importancia. Tomé una pastilla de Ibuprofeno, y tal como esperaba, el dolor desapareció...

En los días posteriores las molestias se manifestaron de cuando en cuando, pero nunca en forma aguda o intensa... Vino la ascensión a l´Aüt d´Erill, donde durante el descenso tuve que cargar a la espalda los treinta y cinco kilos de mi pero Ton, a lo largo de cuatrocientos metros de desnivel. Después de esta excursión me dolía todo el cuerpo, y noté que se intensificaba el dolor de ciática. Pero como el Ibuprofeno seguía dando buenos resultados, no cesé mi actividad montañera. Subí el Cotiella, el Pico de los Buitres, realicé la travesía de les Agulles de Montserrat. El dolor cada vez era mas fuerte, pero podía controlarlo. Finalmente acudí a la consulta de Santiago, que me diagnosticó una hernia discal . Considerando los síntomas y la actividad que podía realizar pensó que debería ser pequeña. Con todo, mi amigo me propuso hacerme una resonancia para ver el alcance de la lesión. Encuentro esta prueba muy agobiante. Así que preferí dejarla para mas adelante, si la cosa iba a mas. De momento gimnasia y analgésicos deberían ser suficientes...
A pesar de mi dolencia, y con la ayuda de mi querido Ibuprofeno (siempre tomado en pequeñas dosis) seguí yendo al monte. Quería aprovechar el breve periodo que quedaba antes de la llegada de las nieves. Las ascensiones se multiplicaron. Pisé las cimas del Comoloformo, Besiberrís Sur y Norte, Monteixo, La Pica d´Estats, Montidiego, Clarabides... Ahora me doy cuenta que, en mi estado, fue una verdadera pero maravillosa bestieza. También tuve mala suerte y sufrí nuevas caídas, algunas bastante fuertes, en las que volví a golpearme la zona lumbar u otras cercanas. Cada vez me sentía peor, pero no lo suficiente como para frenar. Finalmente, el trece de noviembre,bajando de Lo Coscollet, el cuerpo dijo basta...

De nuevo acudí a Santiago, que me recetó calmantes mas fuertes (el Ibuprofeno había dejado de ser efectivo) y me solicitó una Resonancia. Empecé a pasarlo mal. El dolor ya era continuo, los analgésicos no surtían efecto... Poco a poco me fui encorvando y aguantaba menos en  pie.. Para acabarlo de arreglar, el 1 de diciembre tuve que hacer un viaje de trabajo a Castellón, que se convirtió en una pesadilla. No sabría decir por que, pero sospechaba que mi dolencia no tendría una solución cómoda. Finalmente, el jueves 2 de diciembre me hicieron la esperada Resonancia. Antes de la prueba le comenté a Encarna que estaba seguro que me tendrían que operar. Mi mujer me miró con cara entre incrédula y sorprendida. Al igual que Santiago, estaba convencida de que no podía tener algo tan grave...

A media mañana del viernes 3 de Diciembre, Santiago me telefoneó al trabajo para decirme que la Resonancia mostraba una hernia discal enorme, tanto que sólo admitía solución quirúrgica. No me sorprendí, pero la confirmación del desastre me dejó bien jodido. Anulamos el viaje a Laspaules que habíamos planeado para el largo puente de la Purísima (también es mala leche que una vez que en el trabajo hacemos un puente de cinco días no pueda aprovecharlo).

Aquel día cenamos en casa de Santiago, que me dio detalles de la lesión y de las posibles soluciones quirúrgicas. Recomendó un tratamiento muy novedoso denominado Triterapia Lumbar Percutánea, que realizaba una doctora del Hospital General de Catalunya donde él trabaja. Frente al procedimiento clásico presenta importantes ventajas, como son el ser muy poco invasivo, poco tiempo de hospitalización y una recuperación mas rápida. En contra tenía que no lo cubren las mutuas médicas, representando un importante desembolso económico. Quedamos en que me lo pensaría durante el largo puente, y que iría a verle al hospital el jueves día 9 de diciembre para comunicarle mi decisión...

Los cinco días de fiesta se me hicieron largos y dolorosos. Pase muchas horas buscando información en Internet sobre la Hernia Discal Lumbar y la madre que la parió. Al finalizar del puente era un pequeño erudito en el tema y había decidido operarme por el procedimiento de la Triterapia. Así se lo dije a Santiago cuando nos vimos en su consultorio del Hospital General. Mi amigo ya había remitido a la doctora los resultados de mi Resonancia y pudo arreglarme una visita para el día siguiente. La cosa iba rápida, mucho mas de lo que creía...

La doctora es una de esas personas que trasmiten seguridad y confianza. Rubia y de mediana estatura, esta mujer que aparenta ser de mi quinta o algo mas joven, esbozó una amplia sonrisa al recibirme. Basándose en los resultados de la Resonancia, me explicó rápida y técnicamente mi lesión y la técnica quirúrgica que ella practicaba. A pesar de poner atención, y realizar algunas preguntas, no entendí gran cosa, lo suficiente para acabarme de decidir a que me operara. La gran sorpresa vino cuando dijo que sería el próximo miércoles día 15 de diciembre. A no ser que quisiera esperar un mes, pues antes no volvería a realizar este tipo de intervención. Me apresuré a decir que de esperar nada y que contara conmigo...

También me explicó que estaría ingresado sólo un día, que durante el mes siguiente era normal que tuviera dolores y molestias, y que a finales de enero nos volveríamos a ver para iniciar la segunda parte del tratamiento, denominada estimulación muscular, cuya finalidad es devolver la funcionalidad de mi espalda. Comprendí las preferencias de Santiago por este método, sintiéndome agradecido por el consejo y las gestiones de mi amigo...

Los días que siguieron hasta el miércoles, día del ingreso, fueron de febril actividad. En el trabajo, donde aún no había dicho nada de mi problema, la noticia causó sorpresa. A toda prisa se intentó avanzar algunos temas y organizar las cosas para que mi ausencia se notara lo menos posible. Al mismo tiempo realicé algunas gestiones en mi mutua médica, que no sirvieron para nada. Decían que la Triterapia no estaba en la lista de tratamientos homologados y que por este motivo no la cubría la póliza contratada. También tuve que hacerme las pruebas preoperatorios (análisis de sangre, electrocardiograma, placa de tórax, visita con el anestesista) que me llevaron todo una mañana Los dolores persistían igual de cabrones que siempre, pero el saber que la solución al problema estaba próxima los hacía mas llevaderos...

Finalmente llegó el miércoles. A las 7.00 h mi hermano, su mujer y su perro, nos vinieron a buscar a casa para llevarnos en su coche al Hospital General de Catalunya, donde nos dejaron a Encarna y a mí a las 7.40 h. El ingreso estaba previsto para las 8.00 h.Los trámites de hospitalización fueron rápidos. A las 8.30 h ya estábamos en la habitación 4738, que esperábamos fuera nuestra suite por un día. Un amplio ventanal ofrecía una vista del aparcamiento del centro hospitalario,de la autopista A7 y de parte de la plana del Vallés. El día era gris y la visibilidad escasa... Por eso me sorprendió gratamente descubrir en el horizonte y medio cubierta por las nubes mi querida Montserrat. Fijándome incluso podía distinguir algunas de sus agujas. Todo un lujo..

Llevábamos un cuarto de hora en la habitación cuando se presentó la enfermera de planta. Me tomó la temperatura y la presión (ritual que a partir de ahora se repetiría constantemente), me dio una bata (por llamarla de alguna manera) y me dijo que me la pusiera. Era la primera vez que ingresaba en un hospital, y encontré este uniforme incómodo y poco práctico. Se cierra por detrás y se abre fácilmente, por lo que en cuanto te descuidas enseñas involuntariamente el culo y otras zonas íntimas. Una vez vestido con este impúdico atuendo, tomé posesión de la cama, estando entretenido un buen rato en descubrir como hacer que subiera, bajara, o se elevara el pié o la cabecera. Un juguete muy divertido... Después intenté leer, y como iba algo corto de sueño, pronto me quedé dormido...

A media mañana vino a verme un neurólogo manco. Ayudándose hábilmente con el muñón realizó una exploración de reflejos. Después me hizo algunas preguntas para el historial clínico. Las horas corrían lentamente y no pasaba nada. Parecía que se habían olvidado de mí... Cerca de las 12.00 h llegó mi madre. Al verme en la cama pensó que ya me ha habían operado y se lanzó literalmente sobre mí comiéndome a besos y felicitándose por haberse ahorrado la tensión de la espera. En cuanto la sacamos de su error puso cara de sorpresa y desilusión, sentándose junto a Encarna con actitud resignada. Finalmente, un poco antes de las 13.00 h un camillero se personó en la habitación para llevarme al quirófano, donde ahora me encuentro en plena “faena”...

         Durante los cerca de cuarenta minutos que dura la operación estoy despierto. Intento mantenerme relajado y con los ojos cerrados. No consigo dormir. De cuando en cuando la doctora me pregunta como me siento, y me hace algún comentario, siempre positivo, sobre la marcha de la intervención. Antes de realizar la infiltración articular me cambian de postura, colocándome boca abajo. Unos minutos mas tarde me anuncian que todo ha terminado y que ha ido muy bien. Vuelven a colocarme boca arriba, cubren mi desnudez con una sábana. Me traspasan a una camilla y me sacan del quirófano, dejándome aparcado a un lado del pasillo contiguo. La enfermera se despide, anunciando que pronto vendrán a buscarme.
  
La espera se hace eterna. El personal del hospital pasa a mi lado como si no existiera. Me siento abandonado y empiezo a cabrearme. Finalmente aparece un camillero. Al igual que en el viaje de ida, la velocidad de crucero del traslado me parece excesivamente rápida. Temo que se presente un imprevisto que obligue a mi “taxista” a frenar bruscamente y que yo salga despedido de la camilla. Como en las películas... Afortunadamente no hay ningún incidente, y unos minutos antes de las 15.00 h entro victorioso en mi habitación donde me esperan Encarna y mi madre. Me traspasan a la cama donde quedo postrado en espera de recibir mimos y cuidados que no se hacen esperar. Por primera vez desde hace muchos días me siento bien y sin dolor. La situación sería perfecta sino fuera por que tengo hambre y sed. Y es que desde las 21.00 h del día anterior no como ni bebo nada. De momento puedo saciar la sed. Para comer aún deberé esperar un largo rato...

Al poco de estar en la habitación llega Santiago. Tras preguntarme como me siento, su curiosidad de médico le lleva a inspeccionar el vendaje que me han hecho. ¡Sorpresa! No hay nada, ni una triste tirita... Una pequeña mancha de sangre en la sábana le guía hasta una pequeña marca en la espalda,en el punto donde me hicieron la punción. Todos estamos atónitos. Después se queda un rato antes de incorporarse a sus obligaciones laborales.

Estoy cansado. Pronto quedo dormido, aunque me despierto continuamente. Sobre las 17.00 h me traen de comer. Es una simple merienda a base de unas pocas galletas, mantequilla y un zumo de frutas. Hubiese preferido un buen bocadillo de jamón, pero con el hambre que tengo esta breve comida me sabe a gloria. Después me siento mas despierto y animado. Aparece un nuevo problema. Desde hace un rato tengo ganas de orinar, pero la vista del gotero al que estoy conectado y el temor a emplear la maldita y famosa botella hacen que me contenga. Resignado damos aviso y en seguida se persona la enfermera. Tras decirle lo que necesito me desconecta la vía del gotero y me sorprende al decirme, “Ya puedes levantarte para ir al baño” No me lo puedo creer... Aún no hace tres horas que me operaron y me dicen que ya puedo ponerme en pie...
  
Despacio, con cuidado y auxiliado por Encarna y mi madre, me levanto de la cama y pongo pie en el suelo. Después me yergo con bastante aprehensión. Noto que el cuerpo aguanta. Doy un pequeño paso y no ocurre nada. Después otro, y otro... La cosa marcha... Llegado a la puerta del baño, digo a mis ayudantes que puedo ir solo, y así lo hago... Cuando me siento en la taza del vater soy un hombre feliz...

El resto del día transcurre sin incidentes. Regularmente pasan a tomarme la temperatura y la presión, y cuando toca me dan medicación. Sobre las 18.00 h me visita la doctora y me presenta al doctor que se encargará de ponerme a punto a partir de febrero. Se interesa por mi estado y me confirma que mañana por la mañana me dará el alta. ¡Fenomenal! Un poco antes de las 19.00 h se va mi madre. Nos quedamos Encarna y yo viendo la televisión y esperando que sirvan la cena. De cuando en cuando me yergo en la cama, me levanto y doy una vuelta por la habitación. La verdad es que me siento estupendamente...
Me traen la cena sobre las 20.30 h. Parca pero correcta, encuentro a faltar una cerveza o un vasito de vino... Junto con la comida me dan la medicación y una pastilla para dormir, que de momento no tomo. Después aún vemos la televisión un buen rato. Echan un capítulo de la serie “Hospital Central”. Muy adecuado para las circunstancias... Tras un último y tardío control de presión y temperatura,me tomo la pastilla del sueño y me duermo fácilmente. A mi lado, mi mujer también hace lo propio en una cama que le han preparado.

Jueves 16 de Diciembre. Como harían una pareja de jubilados, antes de las 9.00 h ya estamos vestidos y esperando la visita de la doctora. Tarda mas de la cuenta, pero finalmente aparece a las 10.30 h. Viene a darme el alta y una serie de indicaciones sobre lo que puedo y no puedo hacer durante las próximas semanas... A las 11.00 h abandonamos el hospital. Poco después viene a buscarnos mi cuñada Patricia y su perro Max para acompañarnos a casa, donde nos dejan poco después de las 11.00 h. Gran recibimiento por parte de Ton...

Se inicia un periodo de inactividad y retiro domiciliario que dura varios días, en el que sólo saldré a la calle para ir al barbero. El teléfono suena a menudo. Amigos y compañeros de trabajo llaman para interesarse por mi estado y darme ánimos. Algunos también vienen a verme, cosa que agradezco en el alma. Los primeros dos días estoy muy bien. No siento molestia alguna y eso me hace estar eufórico. Pero después, cuando los calmantes y potingues que me administraron en el hospital dejan de hacer efecto, la cosa cambia. Aparecen los dolores, aunque mucho menos intensos que antes de la operación. Pese a que estaba avisado al respecto por la doctora, esta situación me destrempa y caigo en un bache anímico. Me doy cuenta de que, a pesar de lo rápida que ha sido la etapa quirúrgica, la recuperación no será moco de pavo. Por primera vez me doy cuenta de que en el mejor de los casos tardaré bastante tiempo en ser el de antes, y de que pasaran muchas semanas antes de que pueda volver a ir de excursión. ¡Menuda putada! Pero dicen que a las penas puñaladas... Como no se estar sin hacer nada mas que ver televisión y leer (ya he devorado dos libros de mas de quinientas hojas cada uno) decido liarme con mis diapositivas de montaña, de las que tengo mas de trece mil. Un trabajo de chinos, jubilados o enfermos en fase de recuperación...

Durante varios días dedico un montón de horas a seleccionar y reordenar diapositivas. Dejo organizadas mas de dos mil, las que corresponden a las épocas mas antiguas. Este trabajo me transporta un montón de años atrás, rememorando amigos y excursiones. Parece mentira lo rápido que ha pasado el tiempo. Algunas imágenes las recuerdo como si hubieran ocurrido hace pocas semanas, y no treinta años. Me emociono evocando mis primeras salidas estivales al Valle de Arán, Sant Maurici, Ordesa y otros muchos lugares. Y siento que algo se encoge en mi interior al volver a ver las imágenes de la primera visita a los Alpes. Como de momento voy a tener poco tema para mis relatos, me propongo escribir sobre algunas de aquellas memorables excursiones...

Los días pasan. Mi estado es variable. Unas veces estoy bien, otras regular. Poco a poco noto que voy a mejor, o por lo menos eso quiero creer. De cuando en cuando salgo con Encarna a dar una vuelta, a veces mas larga de la cuenta, por el centro de Barcelona o a los grandes almacenes. Tales experiencias me dejan agotado y dolorido, pero también esperanzado, pues veo que cada día aguanto mas y mejor caminar y estar de pie de forma continuada. Llegan las fiestas de Navidad que pasamos con mi familia. Este año no iremos a Zaragoza, pues no me atrevo a conducir tantos kilómetros...

Días mas tarde llega Año Nuevo. Por primera vez desde hace años pasamos estos días en casa y sin ir al monte. En Nochebuena viene a cenar Amalia (desde la excursión a Lo Coscollet, hace mas de un mes y medio, que no nos veíamos). El 1 de Enero nos visitan Jose Antonio,Susana y sus hijos. Este año dedican unos días de sus vacaciones navideñas a visitar los amigos de Begues y están con nosotros hasta el día siguiente. Todos se sorprenden de encontrarme tan animado y recuperado. No obstante, los dolores y molestias no acaban de desaparecer, entrando en una fase estable que empieza a inquietarme mas de la cuenta. Como la cosa vaya así de lenta, no me veo de excursión hasta bien pasada la Semana Santa...

Intento animarme, autoconvenciéndome  de que la recuperación irá mas rápida en cuanto salga del retiro en que me encuentro. Seguro que cuando empiece a moverme todo será mejor. Según mis cálculos eso será pasado Reyes, cuando espero reincorporarme al trabajo yendo unas horas cada día. Hasta entonces toca paciencia. Así que vuelvo a centrarme en las diapositivas, los libros y alguna que otra actividad casera...

El siete de enero voy al médico de cabecera para pedirle el alta. Hace poco mas de tres semanas que me operaron, y la me dice que aún es pronto para ir a trabajar. Tras darle todo tipo de explicaciones (algunas no del todo verdaderas) para demostrarle que estoy suficientemente recuperado y que mi actividad laboral es físicamente “tranquila”, atiende mi petición a regañadientes, recomendándome que de tiempo al cuerpo y no tenga prisa por reemprender el ritmo normal. En esto estoy totalmente de acuerdo y pienso cumplirlo a rajatabla. Pero la carne es débil...

Lunes diez de enero. Unos minutos antes de las 8.00 h estoy sentado en el despacho del laboratorio frente a una mesa llena de papeles y un sinfín de temas pendientes. Me encuentro bastante bien y muy contento de volver al trabajo. De todas maneras durante las dos próximas semanas tengo la idea de trabajar sólo por la mañana. La Empresa me da plena libertad para ajustar mi horario según crea conveniente. Por primera vez en los cerca de catorce años que trabajo aquí disfruto de un estatus de auténtico jefe...

Tal como pensaba, ir a trabajar me sienta bien. Noto que las molestias disminuyen y los dolores se minimizan. Parece que la recuperación avanza. Abandono definitivamente la poca medicación que aún venía tomando (dos pastillas de Ibuprofeno al día), que por otro lado estoy convencido que no me servían de nada. Pronto vuelvo a estar inmerso en laborágine laboral, con sus problemas y tensiones. El miércoles y el jueves unas reuniones que prefiero no perderme me obligan a hacer jornada completa. Al cabo del día me siento algo cansado pero nada mas. La cosa marcha... Estoy tan animado que le propongo a Encarna que el próximo fin de semana vayamos a Zaragoza a ver a su familia, y de paso pasemos por Laspaules. Tras preguntarme varias veces si estoy seguro, accede encantada...

El viernes catorce de enero no trabajo por la tarde (menudo lujazo). Después de comer montamos en el coche y los tres, Encarna, Ton y el menda, salimos hacia Laspaules. Encontramos niebla en buena parte de la carretera y el viaje conduciendo se me hace mucho mas largo y pesado de lo que me pensaba. Llego al apartamento muy contento, pero también hecho polvo y dolorido. Me pregunto si no me habré precipitado con esta machada...

Afortunadamente las horas de sueño tienen un efecto altamente reparador. Al día siguiente me encuentro animado física y anímicamente. Sigo teniendo ese tenue dolorcillo permanente que recorre la parte trasera del muslo hasta la rodilla, pero empiezo a estar acostumbrado a esta molestia, que de momento no quiere desaparecer. Después del desayuno cargamos las raquetas en el maletero del coche (de hecho el motivo de venir hasta aquí era coger estos aparejos de cara a futuras excursiones) e iniciamos el viaje. Primero vamos a Benasque para hacer una breve visita a Barrabés, donde me informan sobre los protectores de culo que emplean los surfistas. Por cierto, son tan caros que decidimos probar a fabricarnos uno casero... Pasadas las 11.00 h iniciamos el viaje a Zaragoza. Pero antes de llegar a nuestro destino aún hacemos una parada mas...

A medio camino entre Graus y Barbastro, cuando la carretera atraviesa la garganta de Olvena, detengo el coche en una pequeña zona de aparcamiento situada antes de unos de los túneles de este tramo. El lugar esta en sombra, hace frío (el termómetro exterior marca -3ºC) y Encarna no quiere abandonar el habitáculo. Pero a mi me apetece salir. Acompañado por Ton (que al no venir la “jefa” no va muy convencido) tomo un sendero con marcas de GR, que en pocos metros alcanza la garganta. Un vertiginoso puente de piedra cruza el angosto desfiladero por encima del río, que corre encajonado bastantes decenas de metros mas abajo. Antes del mismo el sendero se bifurca. Un ramal toma el puente. El otro se va al sur, por una estrecha cornisa que atraviesa horizontalmente la pared. Seguimos por ahí...

El tramo es estrecho y colgado sobre el vacío. Me impresionante un poco. Asiéndome de cuando en cuando al cable helado que, a modo de pasamanos, protege el paso, lo recorro durante una veintena de metros, hasta que finaliza al pie de media docena de escalones de hierro roca que se elevan verticalmente por la pared. Después dos gruesos cables metálicos atraviesan en tirolina un ramal del desfiladero durante una decena de metros, para alcanzar una pequeña plataforma al otro lado. Mas allá la vía ferrata prosigue aérea y espectacular, atravesando horizontalmente la pared del congosto. Permanezco unos minutos en este aéreo emplazamiento respirando hondo y disfrutando del momento. Hacía mas de dos meses que no estaba en la montaña, y este pequeño reencuentro me sabe a gloria.

Volvemos sobre nuestros pasos hasta el puente de piedra. Lo cruzamos. El otro lado es menos vertical y está ocupado por una vegetación de monte bajo. De nuevo el sendero se bifurca. El GR se va a derecha (N). Tomo el ramal de la izquierda, mas estrecho y expuesto. Lo recorro durante una quincena de metros, hasta encontrar un pequeño escalón de roca de apenas un metro de altura, que queda un poco colgado sobre el cortado. Dudo entre pasar o darme la vuelta. Desde que me operaron sólo he caminado por terreno llano y he subido escalones. Pero esto es diferente... Finalmente me decido a intentarlo. Con cierta aprensión apoyo la punta del pie izquierdo sobre un relieve situado a mitad de la roca, me cojo con la mano al tronco de un arbusto, hago un poco de fuerza... y ya estoy arriba... ¡Bravo!  No he notado ningún dolor o molestia y en todo momento he sentido bien el cuerpo... Ton, que es mas listo que el hambre, sale del camino, da un pequeño rodeo y me alcanza sin tener que hacer cosas raras...

Seguimos unas decenas de metros por el sendero, hasta que inicia una fuerte y expuesta bajada. Al otro lado del desfiladero, vemos el trazado de la ferrata. Aérea y espectacular cruza en horizontal un amplio tramo de pared totalmente colgado sobre el río... Una pasada de recorrido ideal para brazos fuertes y mentes serenas...

 Nos damos media vuelta e iniciamos el regreso... El descenso del paso rocoso transcurre sin incidentes. Yo invierto los movimientos que hice al subir. Ton lo resuelve a lo bruto, dando un salto... Seguimos hasta el coche sin prisas y reemprendemos el viaje hacia Zaragoza.

Conduzco relajado y contento. Esta pequeña excursión de algo mas de doscientos metros de recorrido (ida y vuelta) y unos veinte minutos de duración me ha sabido a gloria. Empiezo a ver el final del túnel... Estoy seguro de que de ahora en adelante, poco a poco, volveré a salir de excursión... La etapa del punto muerto llega a su fín...


EniEn- Enero 2005

6 comentarios:

  1. Me podrias decir cuanto tardaste en recuperarte ypoder hacer vida normal, deporte, etc..

    Gracias

    Sergio

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  2. En 1-2 meses ya iba de excursión sin pasarme y en unos 4-5 vida normal
    Enric

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  3. Muchas gracias, yo hace 20 dias que me lo hice y todavia tengo molestias, supongo que será normal, aunque hay dias que estoy mejor y al dia siguiente me encuentro peor, a ti te pasó lo mismo ?

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  4. 20 días es poco tiempo para que el nervio ciático se recomponga, y mientras eso no pasa, es normal tener molestias. Ten paciencia, haz lo que te indiquen los médicos y seguro que todo irá bien.
    Animos

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  5. Hola Enric, se que este post es antiguo y mi pregunta llega a destiempo, pero me encararía saber como te encuentras ahora que han pasado tantos años desde tu intervención con Discogel. Yo también me lesioné de una forma muy tonta hace más de un año y por fin me decidí por este procedimiento que se llevó a cabo hace dos semana. Se que es muy pronto y que necesito paciencia, pero me encararía saber que este punto muerto se acabará y merecerá la pena. Un saludo.

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  6. Como constesté a otra pregunta similar,dos semanas es muy poco tiempo. Ten un poco de paciencia, sigue los consejos de los médicos y, sobre todo, no fuerces.
    Despues de tantos años, me encuentro perfectamente y hago vida normal.
    Suerte y no te impacientes, seguro que todo irá bien
    Un abrazo
    Enric

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